TORMENTA EN UN VASO DE AGUA
¡Oh envidia, raíz de infinitos males y
carcoma de las virtudes!. Miguel de Cervantes
Hablábamos
no ha mucho de la humildad, hermosa virtud y fiel compañera de los siete
pilares de la sabiduría, que como todo el mundo sabe, también es un famoso
libro de T.E. Lawrence; Lawrence de Arabia para los aficionados al cine. En
homenaje a esta película se colocó una estatua de bronce en una plazoleta del
centro de Carboneras hace escasas fechas. La obra es de Carmen Mudarra,
reconocida escultora almeriense, y ha sido sufragada por la empresa BFS, que
construye una planta de micro-algas en el municipio, destinada a elaborar lo
que llaman “petróleo verde”.
Este
simple acto cultural ha provocado picores y rasquiñas a la prolija prole de la
ex-concejala de presidencia, ex –condenada, ex –indultada y todavía hermana y
compañera de fatigas judiciales del ex –alcalde, pluricondenado y dizque
multifacético artista Fernández Fernández. Los cachorros del clan se han
enervado por lo que consideran un atentado contra el monopolio escultural
avasallador que ejerció el tío carnal en los casi treinta años que sojuzgó
Carboneras. En época tan heterogénea, el caciquillo fue plantando sus bodrios
informes por cualquier rincón de la población, para oprobio y vergüenza del
vecindario, y, motivo de mofa y escarnio de los visitantes. El engreimiento, la
tozudez y la vanidad eran una eficaz coraza ostentando el poder.
Hablábamos
de la humildad. El diccionario la define como “Virtud que consiste en el conocimiento
de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este
conocimiento”, y la etimología la hace descender de “humus”: tierra,
suelo. Por ello, podemos decir que ser humilde es saber donde están tus límites
y tener los pies en el suelo. Como vemos día a día, es otra de las virtudes que
cuesta reconocer hoy. Para el filósofo Gustavo Bueno es fruto de la época
impulsiva, orgiástica y excesiva que nos ha tocado vivir. Dionisíaca, la llama
el profesor, frente a lo apolíneo, que representa la serenidad, la
elegancia y el equilibrio.
Así
que no sabemos cómo se conjuraron Poseidón, Helios y Céfiro para que en el
florido mayo los trihalometanos (THMs, quédense con el palabro) del pantano de
Cuevas sobrepasaran el límite legal permitido en un 15 % haciendo
equipo con los sulfuros habituales de estas aguas, que las imposibilitan desde antañazo para
calificarlas como “aptas para el consumo humano”. El elefante burocrático
siguió su lento curso entrando en junio con las calores, las minifaldas y los
aires acondicionados. La Delegación de Salud mandó recordatorios a los
ayuntamientos afectados, que con la pachorra y parsimonia habituales, fiaron el
asunto a una próxima reunión.
Mientras, alguien bien informado, inició una
campaña de “agit-prop” deslizando posibilidades y sospechas en la prensa
provincial, removiendo viejos lodos en
el mejor momento: a las puertas del verano redentor. Como la idiocia es fiel
compañera del poder, se prodigaron plenos municipales, debates entre besugos y
trifulcas entre amebas. En el de Carboneras, sin ir más lejos, ante la
semblanza sobre Galasa y el agua desarrollada por el concejal del ramo; turbia
y cenagosa intervención como agua de pantano; respondió una pizpireta concejala
de la oposición que a ella nadie le daba lecciones, que era licenciada en
CC.AA., que tenía un máster sobre aguas
residuales (sic) y que no sabían los allí presentes la cantidad de diarreas a
mascotas que había provocado el agua dizque contaminada a un ingente número de
animales: perretes, gatetes e iguanas entre ellos.
Para esos dislates no necesitaba la egregia
concejala tantos créditos académicos, le bastaba con el carnet del partido
–tanto monta el suyo como el de su abuelo- y el encomio enardecido de sus
conmilitones.
“Peritia et patientiam”.
Por supuesto hay que dejar claro que los THMs
son compuestos volátiles consecuencia de la cloración de las aguas salvajes y
que los niveles ligeramente anómalos detectados en la planta no presentaban
ningún riesgo, y eran imperceptibles, por más que a más de uno le entraran
picores, se le cayera el pelo y le salieran rochas cuando se enteró de su
presencia.
Hay que aclarar también que lo que provoca
problemas gastrointestinales en la fauna bípeda o cuadrúpeda son los sulfuros,
eterno problema de las aguas de la comarca por los terrenos calcáreos y ricos
en aljez, como bien conocían los primeros visitantes de la misma años ha.
Aquellos ilustres turistas de mondongo refinado consideraban purificador para
el espíritu irse de vareta, hasta que se dieron cuenta que era la dureza de
estas aguas la que provocaba tal fenómeno, para algunos catártico.
Así que vamos a terminar que se nos ha ido la
carga a popa. Ha pasado el verano y nada ha cambiado. Los plenos solo sirvieron
para que la panda de representantes cobraran sus pertinentes dietas de las que
habrán dado cumplida cuenta en algún local de moda ¡qué sacrificada es la
política!. Y al tema transcendente y que importa nadie le ha tocado: ¿por qué
Galasa es una ruina de empresa? ¿por qué sus gestores, en vez de ser cesados
como sería normal, acumulan trienios y prebendas?
Tenemos un agua cara y de mala calidad, cosa
propia del sureste. Lo que no es normal es tener una empresa con una deuda de
20 millones de euros y creciendo, a la que los mayores impagos se los endosan
los ayuntamientos y que el común de los ciudadanos paguemos el agua por tres
veces: en el recibo religiosamente, en los impuestos municipales con alevosía,
y con cargo a los impuestos generales con abuso manifiesto, pues de ahí salen las partidas que le endilga
la Diputación tan grosera como generosamente.
Gabriel Amat (en el centro con corbata), a su izquierda Juan Ignacio Moya Gerente de Galasa
Cuando viene la soberbia, viene
también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría. Proverbios 11:2.
Salud
Santos K.